El otro día, Dios me reveló
algo muy fuerte que hasta me hizo llorar.
"Mi Dios, yo quiero ser mejor y
no cometer los mismos errores del pasado. Quiero descubrir donde me equivoqué.
Quiero poder corregirme y nunca más actuar de la misma forma."
Esa fue mi oración, pero no fue
solamente una vez, fueron muchas veces con diferentes palabras, pero el mismo
contexto. Fueron muchas, pues parecía no haber respuesta, yo oraba, pero aún no
sabía donde me había equivocado.
En realidad, muchas eran las
razones que encontraba, pero en el fondo, sabía que no era la raíz del problema,
eran razones superficiales que no me impedirían cometer el mismo error de
nuevo.
Comencé a volver al pasado,
visité el problema en mi memoria, visité otras situaciones parecidas, me
escudriñé a mí misma. Fue algo que al principio dolió y me pregunté... "¿Por qué
duele tanto?"
"NO TE HAGAS LA VÍCTIMA!" fue
la respuesta dura y clara que recibí.
"Oh, ¿víctima yo?" pensé un
poco dolorida.
"MIRATE AHÍ DE NUEVO,
HACIÉNDOTE DE VÍCTIMA. PARA DE SENTIR PENA DE TÍ MISMA POR LO QUE ACONTECIÓ, SI
REALMENTE QUIERES ENCONTRAR EL PROBLEMA." Entendí en este momento la razón de
tanto dolor... Sentía pena de mí misma...
Esa pena me cegaba y no me
dejaba ir hacia adelante, llegar a la raíz...
Pena de mí, haciéndome de
víctima, ¿no sería eso una forma de orgullo para no aceptar mi error? Comencé
entonces a cuestionar mis emociones, que antes parecían tan inocentes, pero
ahora mostrando lo que eran de verdad.
Lobos con piel de cordero, para
inocentemente derrumbarme. ¡Orgullo maldito sal de mí!
Me arrodillé delante de Dios,
reconocí mi error y pedí perdón...
¡No era suficiente, aún
necesitaba descubrir la raíz!
Continué mi búsqueda y una vez
que eliminé el problema mencionado arriba, no fue difícil descubrir el otro,
pues sin sentir "lastima de mí", pude descubrirlo libre de
emociones.
¿Qué quiero decirte con eso?
No importa cuán "perfecta",
"santita", "buenecita", "sin problemas" nos encontramos en ese momento,
necesitamos escudriñarnos.
Los errores existen, pero si no
te escudriñas, no los encuentras y si no los encuentras, no cambias y si no
cambias, tarde o temprano, sufrirás las consecuencias.
Existen algunas señales
evidentes que muestran que necesitamos urgentemente escudriñarnos, hallar la
raíz y cortarla:
1. Estás siempre envuelta con
los mismos problemas. Aconteció una vez y lo mismo sigue aconteciendo una y otra
vez.
2. No ves los resultados de tu
fe
3. Parece que Dios no te oye y
no te responde
4. Todo parece salir mal en tu
vida.
Estos son sólo algunos que me
vinieron a la cabeza, seguro que hay más...Recuerda, el problema NUNCA ESTÁ EN
DIOS. NUNCA ES CULPA DE ÉL.
Otro consejo importante: Dios
permite que pasemos por problemas para que aprendamos, pero si echamos la culpa
a otras personas, NUNCA, aprenderemos. Si estabas dando rodeos, olvídate de los
demás y busca aquello que Dios quiere mostrarte.
Tarea:
"Examínate, encuentra el error,
pide perdón, piensa en cómo cambiar y colócalo en práctica."
Eso te ayudará mucho, pues
cuando no escudriñamos nuestros propios errores, tenemos la "tendencia" a mirar
a nuestro alrededor y querer escudriñar los errores de los demás.
Con seguridad, lo que sucederá
no será nada agradable, tal vez te haga llorar, pero cuestiona tus emociones y
no pares ahí...